*Un dulce alejado de aquellos pedacitos de masa de buñuelo pegadas con caramelo tan conocidos en el país; aquí son distintos y son un manjar creado, según las leyendas, por los monjes del antiguo convento de Huejotzingo
Guadalupe Juárez
Puebla, Pue.- En Puebla la palabra muéganos rompe el imaginario, no son los pedacitos de masa de buñuelo pegadas con caramelo que se vienen a la mente cuando los mencionan. Aquí hay una receta propia y única.
En las dulcerías poblanas hay dos tipos de muéganos mostrados a quienes se acercan a probar nuevos sabores; entre los camotes y las tortas de santa clara, son unos panecillos rectangulares fabricados con harina de trigo, anís, manteca de cerdo, sal y canela, horneados y bañados con jarabe de piloncillo y canela, unos de los los que más destacan.
¿Los creadores? Se dice que fueron los monjes del antiguo convento de Huejotzingo, quienes lo incluían como postres en las comidas que servían.
Se trata de los muéganos poblanos, postres que al morderlos es posible percibir en el paladar la suavidad y dulzura de cada uno.
Las piezas son exhibidas en las vitrinas de las dulcerías tradicionales sobre la calle 6 Oriente en la capital poblana, por lo regular en una charola y cubiertos con un pedazo de papel de arroz para evitar que se peguen entre sí o se desboronen.
Hay otra receta, la de los muéganos de Tehuacán, unos cuadros alargados hechos con galletas de caramelo y obleas.
Los muéganos de Tehuacán los preparan con harina, leche, huevo y aceite vegetal, ingredientes que son mezclados y luego recortados en rectángulos horneados, cubiertos con galleta y obleas.
La receta más famosa es la de los muéganos El Águila, cuyos productos son los que ofrecen la mayoría de los comercios en la capital poblana.
Es así, como una de las formas de prepararlos, nace en San Martín Texmelucan, con la familia de Facundo Bustamante Cervantes, con su bisabuela y abuela Flora Álvarez para ser precisos.
Un recetario de 1905 guarda el secreto de cómo era elaborado este postre, en una repostería que tenían: en 1938, el padre de Facundo, Joaquín Bustamante Álvarez, se muda a Tehuacán y él llega en 1083, cuando instalan formalmente la empresa.
Las máquinas para prepararlos fueron inventadas por Joaquín, entre ellos una cortadora. Además, utilizan una amasadora para ya no hacerlo en una mesa como antes, las laminan, las cortan y meten al horno. El proceso de enmielar y echar la panela lo hacen manualmente.
El sabor es exquisito, dulce, en rectángulos de 45 gramos, cuyo sabor es guardado en paquetes de celofán con una etiqueta con las características del producto y la leyenda de “tradicional”, una experiencia difícil de resistir.